domingo 15 de diciembre del 2024
ACTUALIDAD 03-06-2019 19:14

Andrea Frigerio, diosa a los 57, revela sus tips de belleza

La protagonista de Argentina, tierra de amor y venganza contó los secretos para una vida plena. Galería de fotosGalería de fotos

ANDREA FRIGERIO
ANDREA FRIGERIO a los 57 | Federico De Bartolo

De chica soñaba con ser actriz pero no se animaba ni siquiera a verbalizarlo. Pero el deseo interno hizo mucho más que lo que se atrevió a soñar. Se convirtió en una de las actrices fetiches del cine nacional y viajó a representar sus películas en los festivales más prestigiosos del mundo. Recorrió la red carpet de Cannes y fue la propia guionista y cineasta Lucrecia Martel quien le preguntó, un poco en broma, si era la hermana melliza de Mónica Bellucci, una de las actrices italianas tan excéntrica como sexy del universo del Séptimo Arte. En los últimos tres años protagonizó ocho películas “El Ciudadano Ilustre”, “Mi Obra Maestra” y “Rojo”, por nombrar las más calificadas. En Venecia y San Sebastián la distinguieron por su compromiso y composición actoral. Ella se propuso trascender la belleza y trasmutar los prejuicios en un recurso artístico. Hasta que llegó Madame Ivonne, la inimputable jefa del prostíbulo de “Argentina, Tierra de Amor y Venganza”, la tira de eltrece más vista de la televisión actual. A pesar de que su personaje expira maldad y desprecio, Andrea Frigerio dice que la gente la para por la calle para felicitarla con cariño y cierta ternura . Ella no pide redención sino castigo. Pero parece que el público ya decidió. Ellos exigen piedad y una oportunidad a esa madame que por miedo e inseguridades – sentimientos que también ella dice haber sentido en los '90— transformó su destino en su propio calvario. Tiene 57 años y una lozanía que conmueve. La entrevista se realizó en la confitería de un palacio francés. Le pregunto qué quiere tomar. Sólo agua caliente…, dirá con naturalidad, explicando que sólo necesita sentir el placer de la tibieza en el cuerpo y no la necesidad de ninguna infusión o cafeína.


   —Usted siempre fue una mujer muy atractiva. ¿Le fue cómodo o padeció su propia belleza?
   —La belleza también es discriminada. De chica yo no era linda, era muy flaquita, tenía lindas facciones, pero no era de las que entraba a un lugar y paralizaba la mirada de los varones. Me decían tero, era torpe, porque durante el secundario crecí mucho de estatura, y lo padecí. De pronto, y como el patito feo que se convierte en cisne, todos dejaron de verme como una chica simple para poner el foco en mi belleza exterior, una belleza que yo no reconocía y que hasta el día de hoy, te juro, me cuesta verbalizar.


   —¿Su belleza subestimó su capacidad de ser una mujer profesional y creativa?
   —Es complicado, porque todos intentan subestimarte y restarle crédito a tu capacidad artística. Ser linda, en mi trabajo como actriz, me jugó en contra. Quizás se deba a que los directores no podían ver en mí las capacidades profesionales que tenía para interpretar a mujeres reales. En la película “El Ciudadano Ilustre”, finalmente, pude demostrar que lo bello en mí estaba en mi capacidad de trabajo y no sólo en lo exterior. Me dejé pintar canas, estaba casi sin maquillaje, y me habían agregado patitas de gallo. Jamás me negué a esta transformación. Todo lo contrario, yo siempre me pongo al servicio del personaje. Si tengo que engordar, cortarme el pelo, lo haría sin ningún tipo de problemas, al contrario, lo agradecería. Hoy, me enfrento con la vida al tener una hija sumamente bella, y le explico que ser linda no es una carta de privilegio, es más, muchas veces puede ser un obstáculo o ponerte en contra de lo que realmente queres o deseas. Y no sólo en lo profesional, sino también en las relaciones personales.


   —¿En qué siente que ser una mujer hermosa la perjudicó en sus vínculos personales?
   —En que podía generar algún tipo de celos, o competencias. Afortunadamente, por la educación que recibí, nunca me hice cargo de los prejuicios ajenos. Y hoy, a esta altura de mi vida, sigue siendo un rasgo muy marcado de mi personalidad. No me hago cargo de los enojos ni de las miradas ajenas. No me importa mucho.


   —¿Qué es lo que le importa?
    —Lo que me importa es mi mirada sobre mí, y por sobre todo, de la gente que amo, mi marido, mis hijos y mis nietos.


   —Usted dice que la belleza está ligada a los pensamientos positivos.
   —Yo estudié la carrera de Biología y aprendí muchas cosas, entre ellas, que los pensamientos se hacen química en el cuerpo. Cuando uno tiene malos pensamientos, el cerebro determina que tipo de sustancia recorre tu organismo. Por ejemplo, si vos vivís bajo una situación de extremo estrés permanente, tu cerebro hace que en tu cuerpo provoque una sustancia que se llama “cortisol”. En pocas dosis internas, el cortisol te ayuda a estar despierto, atento, a estar prevenido y a reaccionar frente a ese estímulo estresante. Pero si tenés mucho cortisol en sangre, porque vivís constantemente en la angustia, o conectada con los malos pensamientos, te enfermás. Es una hormona que puede provocar graves problemas de salud. Por lo contrario, hay otras hormonas, como las “endorfinas”, que aparecen cuando uno está muy contento, descansa y siente felicidad, y genera salud y belleza física y corporal.


   —¿Cree en el poder de la palabra como modificador del estado anímico y la salud?
   —La palabra es la consecuencia de un pensamiento. Y una palabra te puede generar un dolor o un malestar que tu celebro lo transforma en química negativa.


   —¿Cómo sobrevive conviviendo dentro de una plataforma profesional donde la envidia, los celos y la lucha por elevar el ego son una forma de vida cotidiana?
   —Sin hacerme cargo de las miradas externas. La vida siempre me sorprende para bien y de manera permanente.


   — ¿Cuándo sintió ese milagro de comprender que la vida era su aliada?
   —Tengo 57 años, me paso la vida…Maduré, cambié….


   —¿Usted nunca se sintió una mujer ambiciosa y con ganas de tener poder y un posicionamiento dentro de la profesión?
   —Creo que el talento ocupa su lugar natural. Si uno tiene talento para algo, tarde o temprano, por más que en el medio te pasen mil cosas, llega. Yo a la vida le pido mucho, lo hago al Universo, a mi madre que está en el cielo, a mi padre, que se acaba de ir también, a la Virgen. Les pido que me acompañen, que me ayuden, que me guíen.


   —¿Lo pide y reza en voz alta?
   —Yo me levanto a la mañana y antes de incorporarme, hago como un ejercicio de agradecimiento. Yo construí la vida que tengo. No fue suerte. Estoy hace 27 años con el hombre que quiero estar y desde que nuestra hija –Fini (22)—  se fue a vivir a Europa, siento que con mi marido volvimos a ser novios. Mi hijo mayor, Tommy,(36) se casó, tiene tres hijos, mis nietos que los amo. Y la más grande me dice: “Abuela, quiero ser como vos…” Como no voy a estar agradecida, orgullosa y feliz. Pero te decía, yo me levanto, y aún con los ojos cerrados agradezco mi vida, la casa donde estoy, la vida que tengo. Luego me levanto, voy al baño, me estiro, elongo mucho, y me peso.
  

—¿Se pesa todos los días a la misma hora?
   —Sí, porque yo peso lo mismo hace 40 años, estoy pesando entre 56 y 58 kilos, según el día. Mido 1,73 metros. Para mí el peso es importante, pero no desde una obsesión, sino como un control personal y de guía. Si estoy un poquito más flaca, me permito comer un poquito más, y si estoy un poco más pasada, se que ese día postre no voy a comer. Me ha pasado de engordar un poquito y sentirme, no sólo pesada, sino con dolor de espalda. Es un hábito que lo mantengo desde siempre.


   —¿Cómo sigue su rutina después del peso y la elongación?
   —Me voy a desayunar, leo el diario, aún me atrae el diario de papel, y salgo a grabar la tira. Lo lindo de mi vida es que no tengo rutinas. Y si no trabajo, no me modifica en nada. Lo que más me gusta es que la vida me sorprenda. Que me toque lo que me toque. Y me encanta la juventud y entender todo lo nuevo. Soy una mujer resiliente. Me adapto a lo nuevo. No soy nada estructurada y no vivo detrás de una agenda.


  
—Volviendo al cuidado de la estética y la belleza exterior. ¿Cuál es el secreto para mantenerse espléndida cerca de los 60?
   —Lo más importante son los hábitos. No sirve encremarte durante un mes y ponerse las mejores cremas y hacer los mejores tratamientos y luego abandonar todo. La constancia es lo que da resultado. Yo deje de fumar, y te aseguro que fue una de las cosas más difíciles que logré en mi vida. Dicen los americanos que quien logra dejar de fumar puede lograr cualquier cosa. Yo lo logré a los 35 y fue mi mejor elección. Nada se logra de manera mágica. Todo implica un sacrificio, y por sobre todo, ante todo, constancia. Yo me cuido mucho y todos los días.


   —También habló de la flexibilidad corporal.
   —Fundamental, sino tenés el cuerpo flexible te duele todo. Eso te va alquinosando. Si te duele algo, insisití hasta curártelo. No lo dejes como si fuera una cañería rota porque algún día la casa se te puede inundar. Ni bien aparece el dolor, hay que atacarlo. En definitiva, no dejarse estar…
   —¿Qué secretos puede contarnos acerca del cuidado de la piel?
   —Me limpio la cara con cremas nacionales y no preparadas. Cremas de farmacia. Lo que sí es fundamental para mí, es la exfoliación. Cuando me baño con un cepillo o con las manos cuando me lavo la cara, me paso un scrub, que es como una arenita no muy fuerte, que me permite no sólo sacar el resto del maquillaje, sino la grasitud y las células muertas. Nunca alrededor de la boca ni en el contorno de los ojos. Uso protección para el sol, y tomo mucha agua. En realidad me obligo, porque dicen que con los años uno va perdiendo la sed. No se cuantos litros tomo, pero no me inundo. Porque no me gusta ir al baño todo el tiempo. Importante, que el pís sea transparente. No te olvides que los riñones sacan todas las toxinas. Tampoco tomo remedios. A lo sumo, si me duele la cabeza, primero tomo agua, porque muchas veces el dolor de cabeza viene de la deshidratación, y sino una cafiaspirina.


  —¿Maquillaje, algo en particular que debamos saber o aprender?
   —Uso una base muy natural, no me gusta el maquillaje pesado. Para mi vida cotidiana no me maquillo. No soy de estar horas en el baño ocupándome de la estética. De vez en cuando me hago un baño de aceite de coco en el pelo. Es buenísimo para todo, tanto para las pestañas como para las cejas. Tampoco tengo muchas canas. Las cejas son mías y hago gimnasia todo lo que puedo, pero sólo elongación. Me gusta hacer las posturas que yo pueda hacer no las que deba hacer, por eso nunca fui adicta al yoga. Estudie danzas pero no tengo las articulaciones laxas. Tengo las piernas muy largas y los músculos más cortos.


   —¿Cómo es su vínculo con las comidas y las dietas?
   —Como de todo, pero siempre sabiendo, a través de mi peso, si me puedo dar un permiso extra o no. No soy una desaforada en nada. Ni con los dulces. Me gusta el chocolate amargo, y podría comerme una barra entera. En esto sí, reconozco, no puedo ejercer el autocontrol. (risas) Algo para compartir, yo no soy celíaca, pero deje de comer gluten. Porque el gluten es una proteína que en el estómago cae como un asfalto de plasticola muy complicado de digerir. Todos deberíamos comer sin gluten. El mejor viaje que uno puede hacer es hacia uno mismo. 


   —¿En qué proceso de este viaje interior se encuentra en esta instancia vivida?
   — En que todo lo que logré conmigo misma es a base de trabajo y no de genética ni de suerte. Yo podría estar hecha torta, fumadora, encorvada, con el pelo arruinado, con los dientes marrones, pero decidí ocuparme por mejorar mi calidad de vida. No quiero magia. No quiero sacarme mis rasgos, porque sería sacar a mi mamá y a mi papá de mí, lo único que quiero es poder transmitir a la gente que no compremos modelos externos. Que seamos lo que querramos ser pero conformes y orgullosos de lo logrado. Todo tiene un proceso, y aquí la disciplina es importante, para ser mejores,  para notar los cambios y sentirnos orgullosos de lo que construimos. Si me preguntas en qué estado me encuentro a los 57 años, te diría que de diversión. Estoy viviendo como en un parque de diversiones. Y no me da miedo decir que soy feliz. Lo comparto, y al hacerlo, amplifico mi felicidad.

Agradecimientos: Makeup Matias para Sebastián CorreaHair Elvio Casciano para Elite Estudio Peluqueria @elviobichi Menage a Trois Gallery Gang Estudio 54 Etiqueta Negra Dot Store China By Antolin Ambientación Princess Eventos
Puerto Madero Clasico Delirio

Fotos Federico De Bártolo

(producción Sol Miranda)

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