Lejos del glamour que caracteriza cada una de sus salidas y de la inmensa sonrisa que siempre ilumina su rostro y que la convirtió en “la royal más simpática de Europa”, Máxima de Holanda (50) mostró su costado más sensible y sorprendió a todos con sus manos permanentemente secando las lágrimas que corrían por sus mejillas. Junto al rey Guillermo (54) decidieron recorrer las zonas más afectadas de los Países Bajos con las incontrolables inundaciones que también hicieron estragos en Alemania y Bélgica. Con un conjunto de tapado y pantalón escocés que acompañó con zapatillas en el mismo tono pensando que le serían cómodas para caminar por calles anegadas de barro y agua, Máxima se inquietó al ver que los daños eran mayores de lo que le habían informado.
Cuando la pareja real llegó a la ciudad de Valkenburg aan de Geul, en la provincia de Limburgo, al sureste de los Países Bajos, se quedaron sin palabras. El río Gueule que allí confluye con el Mosa superó todas las contenciones e inundó calles y casas sin control. Entonces los reyes, lejos de acobardarse por lo desolador del panorama decidieron cambiar su calzado y ponerse unas fuertes y altas botas de lluvia para poder caminar por la zona, tal como lo mostró el sitio Guacamouly.com. Ante las ruinas que dejó el agua a su paso y los miles de evacuados con relatos de dramáticas y tristes historias en las que habían perdido todas sus pertenencias reunidas a lo largo de sus vidas, Máxima no pudo contener más sus lágrimas. “En Limburgo y toda esta zona la situación es desgarradora”, confió la monarca visiblemente conmovida. Mientras cuadrillas de soldados se sumaron a los rescatistas que ayudaban a la gente a salir de sus viviendas semidestruídas, su voz se entrecortó ante cada testimonio.
“¡Deseo mucha fuerza a todas las personas que están lidiando con el aumento del nivel del agua!”, repitió una y mil veces. El desastre natural fue provocado por las lluvias que en dos días dieron como resultado el equivalente a las precipitaciones de dos meses en esas zonas. “¡Lloro por los que han perdido la vida y todo lo que tenían en este desastre!”, volvió a asegurar con su voz muy baja. Una vez más Máxima volvió a sorprender a los holandeses con su sensibilidad. Aunque no es la primera vez que la ven llorar en público –sentimiento que el duro protocolo real no tenía permitido a los miembros de la Familia Real–, todos coinciden en que supo ganarse el amor del pueblo con su innata simpatía y sus gestos cordiales. Precisamente su espontaneidad, esta vez con lágrimas, es lo que más la acerca al pueblo holandés.