Cultores del bajo perfil, Joaquín Sabina y su ahora esposa Jimena Coronado, ayer fueron el centro de atracción de las noticias españolas cuando la pareja, a pesar de haber intentado mantenerlo en secreto, decidió pasar por el registro civil y formalizar así la relación.
Jimena, fotógrafa de profesión, conoció a Sabina cuando éste fue a dar un concierto a Perú, país natal de Coronado y ella fue a tomarle unas fotografías para el diario "El Comercio" en el que trabajaba.
El flechazo entre ambos fue mutuo pero los dos estaban en comprometidos y sólo fueron a tomar unos tragos. Al tiempo, ya desvinculados de sus parejas y tras una extensa carta que ella le escribió al músico, se reencontraron y desde ese entonces se hicieron inseparables.
Ambos conviven en Madrid desde hace ya 20 años y fue Sabina quien quiso dar el gran salto. Al cumplir Jime los 50 años, recibió un inesperado regalo de su novio cuando, de rodillas y con las alianzas le pidió matrimonio, ante la atenta mirada de Joan Manuel Serrat, amigo íntimo del músico. Finalmente ayer, se dirigieron al registro civil de la capital española con la compañía de Serrat, quien ofició de testigo y las dos hijas del cantante Rocío y Carmela, fruto de su unión con Isabel Oliart.
Vestido con un traje azúl eléctrico, un sombrero panamá y el barbijo reglamentario, estuvo siempre abrazado a su amor, quien, también con tapaboca, lució un jean clásico y camisa sin mangas, suelta en tono blanco y un ramo de coloridas flores silvestres en su mano.
La pareja después regresó a su hogar donde almorzaron y brindaron por el gran momento.