Vivimos en una era donde todo pasa rápido: las noticias, las emociones, los días.
Y sin darnos cuenta, vamos perdiendo la conexión con lo esencial: con lo que somos, con lo que sentimos, con nuestra energía.
Ahí aparece la amatista, una piedra que parece venir a recordarnos algo que el alma nunca olvida: la calma también tiene poder.

Su tono violeta —profundo, hipnótico, espiritual— simboliza la transformación. No una que se ve afuera, sino la que ocurre adentro: cuando aprendemos a convertir el caos en claridad, el miedo en confianza, el ruido en silencio.
La amatista limpia, calma y eleva. Es una piedra que no impone, acompaña. Que no fuerza, sino que guía. Nos enseña a soltar, a confiar, a vibrar más liviano.
“Cada amatista guarda una intención —cuenta Brenda, fundadora de Despierta tu alma—. Cuando alguien la elige, está eligiendo un proceso: reencontrarse, sanar, abrir el corazón a una nueva frecuencia.”
Por eso, más que un accesorio, cada pieza hecha con amatista es una declaración energética: una forma de recordarte que estás a salvo, que podés frenar, respirar y volver a tu centro.
Llevar amatista no es seguir una moda. Es un gesto de conciencia. Es decirle al universo: “Estoy lista para vibrar distinto.”
Y en esa vibración, la amatista siempre responde con su mensaje silencioso:
“La calma también es fuerza. Y todo lo que buscás, ya está dentro tuyo.”
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