La historia de amor del economista Martín Redrado y María Luján Sanguinetti (44) comenzó en 2018 y si bien tuvo varias idas y vueltas, el final fue tan feliz como el de los cuentos: una boda mágica en Villa Balbiani, a orillas del Lago di Como, en Italia.
El mega festejo duró tres días, desde el lunes 18 hasta el jueves 21. Fieles a su bajo perfil, invitaron a un núcleo selecto de amigos que se alojaron en la exclusiva villa. Los hijos de Martín Redrado , Martina y Tomás estuvieron presentes en los preparativos al igual que los dos varones de Lulú. Ellos no sólo aprobaron la relación desde el principio sino que compartieron la felicidad de sus padres y participaron de la emotiva ceremonia.
Los invitados sumaron 200, sólo los más íntimos se alojaron en el mismo castillo, el resto de los asistentes se hospedaron en hoteles cercanos. Todos, incluidos Martin Cabrales y Ana Rusconi, amigos de los novios, arribaron al lugar en un micro inmenso para cuidar la privacidad del evento.
Durante el primer día se realizó una cena de bienvenida que incluyó frutos de mar y ensaladas frescas con exóticos jugos, tragos y el mejor champagne. Lulú lució radiante con un vestido que le marcaba su silueta estilizada y Redrado mantuvo el impecable look que lo caracteriza con prendas, cinturón y zapatos de primeras marcas. El martes, los invitados pudieron recorrer las inmediaciones y disfrutar del maravilloso paisaje hasta la hora de prepararse para la ceremonia de casamiento.
La torta de bodas, fue hecha por una reconocida pastelera y llegó desde Irlanda para terminar de armarla en el lugar, Los invitados dijeron que era tan rica como espectacular. El miércoles hubo
un brunch de despedida y los invitados emprendieron el regreso, fascinados con la imponencia del palacete que fue construido en el siglo XVI y tiene 2000 metros cuadrados. Alquilarlo por tres días cuesta 35 mil euros.
En su interior hay diseños modernos que chocan con el clasicismo de las arañan de cristal y oro, y sillones de terciopelo con antigüedades de rococó. Los baños son de mármol negro y la piscina cubierta está enmarcada por arcos pintados. La coqueta mesa del almuerzo parecía salida de un cuento con flores naturales, vajilla italiana y una vista soñada a los jardines y al lago. Todo supervisado por un equipo de chefs, camareros, mayordomos y personal de seguridad que vigiló celosamente el lugar para que la ceremonia fuera como los novios la habían soñado.