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Charlene de Mónaco tiene una historia de vida que pocos conocen en profundidad. Nacida en Bulawayo, Zimbabue, en 1978, Charlène Wittstock tuvo una infancia marcada por la guerra y la supervivencia, una vida muy alejada del glamour que ahora rodea su figura en el principado de Mónaco.
La actual esposa del príncipe Alberto nació en pleno conflicto bélico durante la guerra por la independencia de Zimbabue, un país conocido en esa época como Rhodesia. En este contexto hostil, creció en un entorno donde la belleza natural de África contrastaba fuertemente con la dureza de la vida cotidiana.
Desde pequeña, se familiarizó con la naturaleza salvaje y aprendió a valorar las pequeñas alegrías, como ver rinocerontes y elefantes en la sabana. Cabe destacar que Zimbabue es conocido por su rica herencia cultural, con diversas etnias, siendo los shona y ndebele las más predominantes. La música, la danza y el arte tradicional son componentes importantes de la identidad zimbabuense, a pesar de las adversidades que han enfrentado a lo largo de los años.
De refugiada en Sudáfrica a nadadora de élite
Cuando la guerra civil alcanzó su punto más álgido, la familia Wittstock se vio obligada a huir, emigrando a Sudáfrica cuando Charlene tenía 12 años. Allí, en la ciudad de Benoni, vivieron como refugiados, situación que fortaleció el carácter de la actual princesa de Mónaco, quien encontró en la natación una vía de escape y superación.
Desde pequeña, Charlene mostró una tenacidad extraordinaria. Pasaba horas en la piscina, perfeccionando su técnica y entrenando con una dedicación que pocos adolescentes poseen. A los 17 años, decidió abandonar sus estudios para dedicarse por completo a su carrera deportiva, mudándose a Durban, lejos de su familia. Su decisión rindió frutos, y pronto comenzó a ganar campeonatos, siendo seleccionada para representar a Sudáfrica en competencias internacionales.
El talento y la disciplina de Charlene la llevaron a competir en los Juegos Olímpicos de Sydney en el año 2000, donde fue parte del equipo de relevos de 400 metros. Aunque no ganó medallas olímpicas, su desempeño le valió reconocimiento internacional y la llevó a conquistar otros títulos, incluyendo medallas en la Copa del Mundo de Natación y en los Juegos de la Commonwealth.
Fue durante su carrera deportiva que conoció al príncipe Alberto de Mónaco, en un campeonato de natación en Mare Nostrum. Este encuentro marcó el inicio de un romance que culminaría en su matrimonio y en su ascenso al título de princesa de Mónaco.
VO
