Cuando Carolina de Mónaco quiso ser bailarina: su pasión por la danza clásica

Carolina de Mónaco, desde su nacimiento, es una figura icónica en la realeza europea, sobre todo por sus atuendos de lujo, preparados con minuciosidad para cada ocasión. Sin embargo, no todo el mundo conoce su pasión por la danza clásica, que un día la llegó a considerar una carrera como bailarina profesional.

Cuando Carolina de Mónaco quiso ser bailarina: su pasión por la danza clásica

Carolina de Mónaco, es hija de Grace Kelly, una destacada actriz estadounidense, por lo que durante su infancia las artes escénicas eran muy valoradas en su familia. Sus padres fundaron en 1975 la Academia de Danza de Mónaco con la intención de fomentar un mayor desarrollo y profesionalismo de las artes en el principado, allí fue donde la joven conoció su amor por la danza clásica.

Desde muy chica, la hermana de Estefanía de Mónaco mostró sus habilidades naturales para la danza. Su elegancia, sensibilidad y fortaleza física la llevaron a ser una bailarina destacada, su maestra, la renombrada artista rusa Marika Besobrasova, reconoció su talento y durante algún tiempo le dio clases particulares en el Palacio. Así llegó a volverse una estrella en el mundo del ballet, brillando en sus presentaciones de la Ópera de Montecarlo.

A sus 20 años, en 1977, participó de una exhibición donde demostró sus impresionantes habilidades para la danza. Vestida con un maillot azul y puntas de bailarina, en compañía de Guislaine Thesmar, una integrante del cuerpo de ballet y una gran amiga. Esta presentación logró destacarse en su carrera como bailarina por su perfecta técnica.

Un año más tarde, a pesar de su gran talento y pasión, decidió dedicarse a otra cosa empezando a estudiar Filosofía en la Universidad de la Sorbona en París. Allí conoció a Philippe Junot, con quien se casó en 1978, dándole fin definitivamente a su sueño de ser bailarina. Sin embargo, su amor por la danza la llevó a fundar su propia compañía en 1985 llamándola Les Ballets de Monte-Carlo, iniciativa que apoyó activamente a lo largo de los años.

A pesar de no estar tan cercana como en el comienzo, la hermana de Alberto II de Mónaco sigue asistiendo a muchos de los estrenos de la compañía y conociendo a los bailarines cada vez que puede. Su pasión dejó una imborrable huela en el mundo del ballet, su dedicación por promover las artes escénicas en Mónaco es una continuidad al legado de sus padres.

Carolina de Mónaco es el claro ejemplo de como la pasión puede transformar la vida de una persona. Aunque no quiso dedicarse finalmente a fomentar su carrera profesional como bailarina, su amor por la danza siempre tuvo un lugar importante en su vida. Su legado en las artes escénicas sigue vivo, inspirando a nuevas generaciones de bailarines clásicos.

VDV