Están juntos desde hace casi veinte años y parecen tan enamorados como el primer día. De la mano por las playas de South Beach, la suya parece una postal digna de Luna de Miel. Marido y mujer, confidentes, amigos y colegas, Mónica Ayos (45) y Diego Olivera (50) abren sus corazones en un año cargado de nuevos proyectos.
“No creo en las fórmulas para lo que tiene que ver con lo visceral. Soy una convencida de que cuando se vive en un estado de consciencia plena, estamos atentos al movimiento; todo muta, cambia de colores y matices, y cada etapa tiene su magia. A eso le imprimimos nuestro gran denominador común que es el humor que nos caracteriza y del que nos enamoramos. Tenemos mucho camino recorrido juntos y muchos viajes colmados de anécdotas. Somos de personalidades muy diferentes y logramos un equilibrio perfecto, que hace que lo nuestro perdure y funcione. Sostener un amor en el tiempo tiene que ver con elegirnos todos los días y eso permite que al mirar atrás, estos 16 años de casados y casi 18 juntos, sean sólo un número. Las ganas de seguir amaneciendo juntos nunca se fueron. Disfrutamos mucho de este proyecto de vida que alguna vez soñamos y hoy vemos, con orgullo y emoción, hecho realidad”, revela la actriz.
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Desde su departamento en La Florida, con vistas a la Bahía y a la playa, la pareja recuerda el largo trayecto que caminaron codo a codo, para llegar a donde están hoy, tanto en lo personal como en lo laboral.“Siempre fui autosuficiente. Cuando a Diego se le presentó la posibilidad de trabajar en México no lo dudamos. La proyección a nivel artística para él iba a ser inmensa y yo no pensaba cortarle las alas. Me enorgullece ver tan plantado a mi compañero de vida. El hombre en el que siempre creí y puse una ficha desde el minuto cero, hoy hizo de su nombre una empresa con responsabilidad, talento y pasión. Hasta ‘Montecristo’ no estaba en mis planes armar la valija para seguir a alguien. No me imaginaba dejar mi tierra porque a mí las cosas siempre me sucedieron en el lugar en el que nací, y eso me hacía sentir una privilegiada. México fue un punto de inflexión y me tomó tres años decidir mudar una vida. Diego me fundamentaba con tanto entusiasmo y ganas que lo acompañemos en su crecimiento, que no pude decirle que no. Fue difícil despedirme de Buenos Aires, de la calle Corrientes, del Obelisco, de mis amigos y mi familia.. Aprendí a soltar porque no tuve opción más que la de un amor inquebrantable por esta familia”, confiesa.
Hoy tanto Diego como Mónica son primeras figuras de la telenovela mexicana y sus agendas están repletas de proyectos. A pesar de las largas jornadas de rodaje, los actores siempre tienen tiempo para Federico (25), hijo de ella de una relación anterior, y Victoria (13).
“Fede ya vive solo desde hace cuatro años. Forjó una carrera alucinante como actor y está de novio con Ela Velden. Ella es actriz y es una divina. Estamos muy orgullosos de Federico, del hombre y del profesional que es. Lo educamos con mucho diálogo, libertad, humor y respeto. Victoria vivió un poco más de la mitad de su vida en México. Lo que sabe de la Argentina se lo enseño yo. Hablamos de los próceres, de la historia y cantamos el Himno Nacional... Me genera mucha gracia el ‘switch’ que logra hacer hablando en porteño con sus primos y en mexicano con sus amigas. Es una niña mágica. Con Fede se aman y son súper compinches. Ellos son mi vida. Ser mamá me enseñó que existe un amor incondicional más fuerte que cualquier otro”, concluye.
por Delfina Ortega Nodar
Fotos: Majo Grossi. Asistente: Ron Leiferman.