Toda esa alegría, ¿es posible contenerla en un solo corazón? Si el hermoso sentimiento que experimenta pudiera cuantificarse, una cifra astronómica estaría cerca de abarcarlo, pero tampoco sería suficiente para describirlo. Es probable que lo mejor sea escucharla hablar o, en este caso, leer el testimonio que María Fernanda Callejón (49) realizó en exclusiva para CARAS, en su departamento del barrio de Colegiales, después de presentar en sociedad a Giovanna (durante la entrevista tenía ocho días de vida), la hija que soñó, deseó y finalmente “dió a luz” junto a su marido, Ricky Diotto (36). La actriz mostró por primera vez la carita de su beba, quien posó con destreza innata frente a la cámara del fotógrafo, acompañada y mimada todo el tiempo por sus papis. Luego, durante la entrevista con un mágico atardecer de fondo, la actriz describió pormenorizadamente la vivencia más trascendente de su vida. Mientras habló, muy pocas veces dejó de llorar. Entre lágrimas, con la voz entrecortada y su cuerpo tembloroso, “Fer” narró el feliz desenlace de una historia que incluyó la pérdida de tres embarazos a causa de la Trombofilia (trastornos en el sistema de coagulación sanguínea), una enfermedad que en su caso es adquirida y no deja que el embrión se transforme en feto, entonces se interrumpe la gestación antes de los tres meses de embarazo. “Perdí uno a los 18 años, otro en los noventa, y el último en 2011, y en ese fue cuando Claudia Villafañe (ex de Diego Maradona), a quien quiero muchísimo, me presentó al doctor Juan Carlos Mannara, uno de los directores de ‘Procrearte’ (Institución dedicada a la Medicina Reproductiva), quien me mandó a hacer algunos estudios muy específicos”, había explicado la actriz. A fines de abril de 2014, en la Isla de CARAS, Angra dos Reis, Brasil, Callejón suplicó: “¡Traeme a mi bebé, traeme a mi bebé!”. Se lo imploraba a la imagen de Yemanyá, Diosa de la Fertilidad. Mientras la estatuilla sagrada se adentraba en el mar en una pequeña barcaza junto a las ofrendas, “Fer” decía: “Después de la luna de miel en este paraíso, volvemos a Buenos Aires con un hermoso sueño cumplido y con la certeza de que nuestro deseo de tener un hijo pronto se realizará”.
Un año y cuatro meses después, son las 19:30 horas del sábado 22 de agosto de 2015. Tras la sesión fotográfica que los orgullosos padres compartieron con la flamante integrante de la familia, María Fernanda Callejón brinda su inspirador testimonio de fe, lucha y agradecimiento. Esta es la crónica del milagro...
—Tanto soñarla y ya la tiene en sus brazos...
—En la vida gana el que sabe esperar. Te habla una mamá que esperó tanto, y encima muchos tienen prejuicios con eso, critican que desee ser mamá siendo tan grande. Pero yo le voy a dar amor, es una hija que me buscó a mí. Yo también corrí contra el reloj biológico, fui como una Forrest Gump de la maternidad, para mantener esa fe y ese sueño.
—¿Por qué se adelantó el parto?
—Por la Trombofilia, Aníbal Dalverme, mi obstetra, me la quería sacar en la semana 37, y puso como fecha el 25 de agosto. Allá por la semana 36, me agarró una especie de “falso trabajo de parto”, con contracciones seguidas y prolongadas.Yo me hacía controles cada semana, por eso estoy inmensamente agradecida a la experiencia del doctor Dalverme, es un medicazo, porque estas cosas son muy peligrosas y no se logran sin un obstetra que este tiempo completo. Obvio que él trabajó en conjunto con mi hematóloga Adriana Sarto.
—Entonces...
—Me dieron un medicamento para que el útero se relaje y las contracciones bajaran, y decidieron adelantarme el parto del 25 al 18 de agosto. El viernes 14 me fui a hacer los últimos controles prequirúrgicos y el monitoreo fetal. Fue gracioso, llegamos con Ricky al Instituto del Diagnóstico, que queda a una cuadra del Otamendi y a dos del consultorio de Dalverme. Me fui con los peores borcegos para estar cómoda porque ya tenía los pies hinchados, con la calza con un agujero, había llovido mucho. Se venía un fin de semana largo y el martes tenía programada la cesárea.
—Usted todavía no estaba “presentable” para recibir a Giovanna...
—Y... viste cómo somos las mujeres, quería que mi hija me viera presentable. Cuestión que tenía los dos bolsos “de mamá y papá” a medio hacer, la ropita de la bebé en el tender, me faltaba plancharla y ponerla en el bolso, y yo parecía una zaparrastrosa. Tenía raíces en el pelo, estaba por hacerme el color y así llegar divina al parto, ¡pero ese viernes era un desastre! Encima estaba sin depilarme, ¡algo tremendo! (Risas).