A días de las elecciones, Karina Rabolini (48) abre las puertas de su hermética residencia de Villa La Ñata, ese refugio que edificó junto a Daniel Scioli (58) para encontrar un respiro dentro de su intensa agenda de actividades. Es sábado 17 de octubre, casualmente Día de la Lealtad peronista, y en una semana y un día, la empresaria y ex modelo podría convertirse en la primera dama argentina.
Lejos del divismo que pueda suscitar la concreta posibilidad de una victoria en primera vuelta del actual gobernador bonaerense, Rabolini prescinde de maquillador, peinador o vestuarista. Es ella la que con amplia expertise se produce para la producción fotográfica, que protagonizará junto a su Golden Retriever, Mare, y su Border Collie, Nono. Inseparables, son su cable a tierra, sobre todo en éstos últimos meses en los que dio dos vueltas a la Argentina, en total, 25.000 kilómetros recorridos desde Ushuaia a La Quiaca, para erigirse como un sostén importante en la campaña electoral de su marido y conocer la Argentina profunda.
Hablará de cómo su rol de primera dama bonaerense al frente de la Fundación Banco Provincia le enseñó los desafíos de la gestión, de cuánto la influyeron sus 30 años junto a Scioli, de su intento por reemplazar la fruta por la medialuna y de su fervor católico que, hoy más que nunca, la llevan a rezar a diario, a días de lo que podría ser un día histórico en su vida y la del país.
—¿Qué actividades se agregaron por la campaña a su rol de presidente de la Fundación del Banco Provincia?
—Por una cuestión del momento, ante la posibilidad de que Daniel sea presidente, quería conocer la Argentina como la conoce Daniel. Es importante para poder ayudar. No me gusta improvisar, por eso ante semejante posibilidad, conocer el país y ver sus necesidades es una manera de ir aprendiendo de la Argentina.
—¿Scioli la aconseja?
—Mi rol político tiene que ver con ser su mujer, y siempre voy a contestar desde ese lugar, porque mi idea no es hacer una carrera política. He aprendido bastante en éstos años viéndolo como gobernador y recorriendo las provincias para saber qué se estaba haciendo y así entender las decisiones que tomaba Daniel. Hay cosas que le pregunto y otras que aprendí de su forma de gestionar, de encarar los problemas, de su prudencia y su trascendencia al estar en un lugar de enorme responsabilidad.
—¿Qué valores del Daniel que conoce hace tantos años persisten al día de hoy?
—Todos. Sigue siendo la misma persona que enfrenta desafíos, que le gusta que las cosas se hagan bien, que se prepara para las cosas. Hay una frase de Daniel que siempre tengo presente: “No entiendo la fórmula del éxito sin trabajo”. Somos dos personas que se esforzaron toda la vida para conseguir las cosas que queríamos. El sigue siendo el mismo, en cada cosa que emprende busca la excelencia, le dedica un tremendo esfuerzo y trabaja con mucha voluntad.
—¿En qué creció usted?
—Me crié a su manera, porque cuando lo conocí tenía 18 años. Son 30 años juntos. Las cosas que forman parte de mis costumbres se deben a Daniel. ¿Qué cosas cambié? Bueno, estoy más grande... (risas) Lamentablemente, bastante más grande, pero aprendí de él la disciplina. Por eso puede hacer la cantidad de cosas que hace. Si hay algo que le admiro es su fortaleza ante los desafíos y la solvencia, firmeza y voluntad con la que los encara.
—¿Qué le quedó de las dos vueltas a la Argentina que dio durante la campaña?
—Las provincias del Norte Argentino son las que más conservan nuestras tradiciones, foklore y costumbres. Es algo que destacó el Papa Francisco. Y las provincias del Sur me tocaron una fibra íntima, al ver el dolor de la gente por tener que abandonar sus ciudades. Por eso cuando Daniel hace hincapié en encontrar las oportunidades de estudio y trabajo en el lugar donde vivís para no tener que emigrar, lo vivo como algo muy personal e importante de concretar. Cada provincia me dejó una enseñanza y lindas vivencias. En cada una de las provincias, fue muy lindo participar incluso hasta de festivales de folklores y fiestas populares, a las que me gustaría darle más visibilidad. Pasan muchísimas cosas en nuestro país que sería bueno que todos los argentinos conozcan para sentirse orgullosos del país que tenemos.
—En caso de ser primera dama, ¿qué le gustaría aportar desde ese lugar?
—Hay una responsabilidad que uno siente hacia lo social porque uno tiene la posibilidad de ayudar mucho. No me podría quedar en mi casa sin ayudar sabiendo que podría hacerlo. Así que sería una manera de devolverle a la gente la confianza que depositaron en Daniel al elegirlo como presidente. Sería muy conciente de lo que significa ese compromiso y trataría de honrarlo con toda mi voluntad. Y también ayudar a descentralizar y mostrar lo que pasa en el interior. Ayudar a conectar las fundaciones, cosa que nos dio muchos resultados desde la Fundación Banco Provincia. Promover la Argentina en el mundo y que vean el país que tenemos y cada vez más personas confíen y vengan a invertir.
—¿Se referencia en alguna primera dama del mundo?
—Cada una tiene su estilo. De todas rescato cosas que han hecho que me parecen muy buenas. Hillary Clinton hace tiempo que tiene una carrera muy importante.
—¿Ve un perfil más cercano al de Hillary o al de Michelle Obama?
—A esta altura no me interesa tener una carrera política. Mi rol sería más parecido al de Michelle Obama, quien trabaja en temas sociales en su país.