Hace 29 años estaba ahí, a un costado del estudio de ATC (Argentina Televisora Color) , tomando nota de sus palabras –quebradas y disfónica de la emoción- frente a su debut como conductora televisiva. Susana Gimenez lucía un rodete de Miguel Romano – el mismo que le hizo el día de su boda- y estaba vestida y asesorada por Rosita Zemborain. "Ella me quiere transformar en una señora seria – dijo al aire–, en una maestra rural, pero yo no le hago caso". El primer regalo que recibió fue un teléfono colorado y las líneas colapsaron cuando ella inició el juego con una pregunta: "Ustedes tienen que adivinar cuantas nueces hay en el recipiente". La emisión contaba con 40 líneas telefónicas y todas colapsaron cuando los televidentes apostaban por 50 australes acumulativos. Su invitado estelar: Ricardo Darín, por aquel entonces, pareja de la diva, quien le había aconsejado no encarar semejante proyecto. "¿Vos creés que estoy loca de hacer este programa? Porque es lo que me venís diciendo todos estos días", le dijo en vivo. "A juzgar por lo que esta pasando en este estudio, no estabas tan loca como yo pensaba", respondió resignado el actor, como sospechando ser testigo y parte de un momento bisagra en la vida de la Gimenez.
Sobre el escritorio resaltaba un portarretrato con la foto de Rita Hayworth. Seis años después, le sumaría una nueva imagen: ella vestida como Cleopatra, mirando al rey sol con los brazos extendidos, realizada durante una producción de Tapa para CARAS. A partir de entonces, nada sería igual. Porque en Susana todo es así. Visceral. Intenso y profundo. Como su vida; franca, atravesada por el amor popular, las pasiones vividas y el saber que a pesar de todo –engaños, robos o maltratos- ella sigue en pie. Dice ser una mujer sin arrepentimientos. Nuestro vínculo creció con el tiempo y en las miles de entrevistas que le realicé durante casi tres décadas. Confió y desnudo su vida. Viajamos por el mundo para realizar las más lujosas producciones gráficas: De Egipto a París, de Miami a New York. Vuelos en primera clase, picnic en el medio del desierto de Guiza y cabalgatas en camello. Compras en Bal Harbour, cenas en la Quinta Avenida y caminatas nocturnas – recordando canciones de sus musicales– enfrentando el invierno de Manhattan. Shows en Las Vegas, encuentros con Mickey Mouse en DisneyWorld y baños de mar en Acapulco, a metros de la casa de Luis Miguel, afianzaron una relación que trascendió mi respeto y admiración profesional. Es cierto que este dato debería estar en las páginas del Libro Guinness de los récords por haber entrevistado tantas veces a la misma mujer. Pero hay algo en Susana Gimenez que todo lo transforma y hace que uno siempre se sorprenda y sienta la emoción de la primera vez. Entonces llega un nuevo encuentro, el vinito, y el brindis. Las palabras fluyen. Hay risas, cariño y una extraña sensación de plenitud al reconocer y reafirmar que los años suman y dejan una buena estela de luz que brilla pero no encandila.
—Cómo se preparó para esta edición 29º Aniversario con la televisión?
—Como lo vengo haciendo desde hace muchos años comprometiéndome con todo lo que está vinculado al diseño del programa: desde la escenografía, los colores del decorado, hasta el contenido final. La base siempre es la misma: entrevistas, juegos, y premios. Esto es algo que decidí no cambiarlo nunca, mientras siga en la tele. El éxito no se modifica. Johnny Carson tuvo su programa durante 33 años, Oprah Winfrey lo mismo, hasta que se hartó y se fue… El tema radica en no descuidar el formato.
—¿Aunque la gente sólo espere verla a usted?
—Si, puede que sea así, pero si no ofreces buenos e interesantes contenidos, el público cambia de canal. Yo soy muy cuidadosa en ese sentido. No tiene nada que ver el amor que me tiene la gente con lo que puedan ver desde mi programa.
—¿Apelaría al escándalo o los golpes bajos para obtener un punto más de rating?
—No, jamás. Yo soy una “entrepreneur”, una “entertainment woman” y no me gusta lastimar a la gente. Me encantaría haber tenido en mi primer programa a Messi, lo intentamos por todos los medios pero fue imposible. Me gusta el aspecto coyuntural y trabajarlo, pero no desde la agresión. Siento que la gente se quiere reír. Por un momento, parar de sufrir; ya hay demasiado.
—¿La gente necesita la risa para alivianar el dolor cotidiano?
—Necesitamos que la gente se entretenga, que se ganen premios enormes y se rían un ratito. Hay que tener memoria de todo lo que hemos vivido. Pero por un momento, olvidemos un instante del dolor, del robo, de los asesinatos. Ahora parece que los argentinos sabemos más de política y de juzgados que los propios jueces. Ahora todo el mundo ve la tele y sabe como lavar dinero…Un disparate.
—¿Se sometió a alguna dieta antes del estreno?
—En realidad yo como muy poco. Lo que mejor me hace es hacer ejercicios en la cinta. Lo hago en el gimnasio de mi casa. Sola. Tuve un personal, pero cada vez que estaba cansada me exigía más y más, y me harté, dije basta.
—¿Es exigente y tiene disciplina con sus ejercicios aeróbicos?
—Sí, hago todos los días, treinta minutos de cinta. Después hago un poquito de pesitas, y chau. Tampoco soy Martina Navratilova (risas).
—Decía que no comía demasiado…
—Yo no como mucho, viste. Siempre lo mismo: pollito con alguna verdurita. A mí la comida no me interesa. Lo que me matan son los dulces…ahí sí…En este último período antes del debut no probé ni un caramelo. Todo super sano. Eso me ayudó a deshincharme para el estreno.
—¿Por qué decidió volver a la televisión? ¿Qué fue lo que la tentó?
—Yo me siento como un caballo que lo soltás, sólo, que corre y se siente libre, pero luego vuelve a su casa, sin que nadie le marque el camino. La tele siempre me está esperando. Pero te confieso algo, éste creo que va a ser el último año. Lo siento así, ya está…tengo que hacer otras cosas. Quiero disfrutar de la vida. Dentro del disfrute de mi vida, siempre estuvo mi trabajo, obvio. Jamás padecí mi laburo. Lo disfrute con toda el alma. Nunca fue un peso. Un peso es para alguien que tiene que amanecer para ir a una fábrica todos los días…Me fascina lo que hago, pero también es cierto que tengo ganas de poder disfrutar del verano europeo, de ser libre.
—¿El dinero la tienta? ¿Fue un factor determinante y decisivo para su regreso?
—No…no tendría que haber vuelto, en realidad. Porque para no pagar impuestos no tenés que cobrar. (lo dice con picardía) Vuelvo porque me dio ganas. Además, no te olvides que yo soy una mujer de mucha energía, y si estoy mucho tiempo sin compromisos laborales, también me aburro. El año pasado hice teatro – “Piel de Judas”- durante siete meses, y tuve que parar y descansar porque sentía que me moría. Me agarró anemia, me lastimé todos los pies de tanto tiempo estar parada sobre los tacos en el escenario, y eso que eran todos Valentino…pero correr con los tacos para cambiarme de ropa me destruyó. ¡¡¡Y el calor!!! Terminaba la primera función con el pelo empapado del sudor, te juro, como si hubiera salido de una pileta. Nunca podría quejarme, porque fue un éxito rotundo. Glorioso. Nunca vi nada igual en el mundo. El amor de la gente….
—¿Qué hizo apenas terminó su temporada teatral e inició su descanso?
—Me fui volando a Punta a ver y estar con mis perros, pasé un tiempo en “La Mary”, después me fui a Miami, volví, y seguí conectada con mis compromisos: algunas publicidades y mi revista, de la cual jamás me desconecto.
—¿Personalmente se ocupa del contenido de su revista “Susana”?
—Sí, absolutamente. Elijo y reviso todo. Selecciono la moda, la deco, los cuentos…todo. ¿En qué momento? En todos los momentos. No paro. Hablo con Inés Hernández, quien está a cargo de la dirección editorial, y le digo las notas que quiero para cada edición. Luego me traen todo terminado en pendrives…
—¿Qué es lo que más le gusta de la televisión argentina?
—Creo que es muy divertida, excepto en EEUU, la televisión europea no es tan variada como la nuestra. Para ser sincera, y aunque atente contra mi negocio, yo estoy viendo muchas series. Con “Gran Hotel” – una serie de la televisión española– casi me muero, y encima actúa el hombre más lindo de la tierra, Yon González. No veo ninguna de las tiras, antes, cuando estaba recién casada, y tenia a Mecha chiquita, no me perdía ninguna: “Palmolive en el Aire” y “El Amor tiene Cara de Mujer”, eran mis preferidas y no me movía nadie de mi casa. Recuerdo que salía a comprar un pan calentito que me encantaba y me quedaba mirando las novelas con Mercedes.
—Usted siempre dice que en la televisión la copian…
—Sí, siempre. Y un poco de bronca me da. Yo dejo la pantalla y hacen casi todo lo que yo ya hice. Programas de preguntas y respuestas, musicales…todo.
—¿Marcelo Tinelli la copió?
—En el 2014 hice una apertura de mi programa con famosos, como hizo Marcelo este año. La parte que hablaba él con los famosos me gustó. Ahora estamos amigos…
—¿Es una mujer competitiva?
—Sí, todos somos competitivos, y el que dice que no le importa, te está mintiendo. No me gusta estar pendiente del rating por minuto, me hace mal. ¿Cucaracha en el oído? Pero por favor, jamás tuve ni tendré. A mi me gusta ser dueña de mi programa y que nadie me diga lo que tengo que hacer. No me gusta hacer llorar a los invitados, odio los golpes bajos, por ahí estoy equivocada, porque todo eso suma rating y “garpa”, pero yo no puedo. Tampoco utilicé mi vida personal para sumar y acaparar la audiencia.
—¿Nunca pensó en hacer reality de su vida?
—Sería muy divertido…yo me atrevería a hacerlo, pero tendría que estar super bien hecho, como el de las Kardashian. Hace un par de años me lo propuso Sebastián Ortega, pero por ahora no. Quizás dentro de un tiempo me aburra y lo haga. Pero va a estar hecho con todo, super, con calidad y distinción.
—A lo largo de estos 29 años, ¿Que le aportó a su vida estar al frente de un programa de televisión?
—Todo. Ser parte de la familia argentina. No creo que exista en este país una persona que no me haya visto. Me convirtió en una persona amada, querida. Debo tener a mucha gente que no le gusto, claro. Pero la mayoría de la gente me dice cosas tan divinas que te juro que me conmueve. Son generaciones enteras. Sabes, el público, a través de una pantalla de televisión te capta mucho. La tele muestra más de lo que se cree. Se ven los hilos. Si vos mentís, o sos un ser jodido, la gente lo nota. Y no hay nadie menos laberíntico que yo. Yo soy así; al pan, pan, y al vino, vino, y bien clarito todo. A la televisión le agradezco todo lo que tengo. Así como también agradezco permanentemente el amor que recibo, que es mucho.
—¿Qué hace con tanto amor?
—Yo lo recibo, y cuando puedo, lo devuelvo. Disfruto.
—¿Lo suyo fue suerte o cree que destino la condujo y la ubicó en un lugar de privilegio?
—La suerte existe, pero nada se logra sin sacrificio. Hay que mantenerse, estar informada, como Mirtha Legrand, que es un ejemplo. Nadie te regala nada. Tenes que cuidarte, estar siempre divina, tener buena salud…
—¿Qué es lo que la entretiene, a esta altura de la vida y de tantos años de entretener a los demás?
—Ir al cine, es lo que más me gusta en la vida. Y se lo agradezco a mi abuelo materno, Alberto, que me llevaba todos los días a ver dos películas en los cines de la calle Santa Fé. Yo vivía en Beruti y Austria, y él me venia a buscar a casa todos los días para compartir nuestra fascinación por las películas. Lo amé siempre, mi abuelo adorado del alma…Juntos nos divertíamos como locos. Después llegaba a casa y jugaba a que era Rita Hayworth, la ídola de mi madre.
—Su madre siempre estuvo muy cerca de su vida profesional. Usted comentó que frente a cada debut televisivo ella inmediatamente la llamaba para hacerle un comentario.
—Sí, todo lo decía con mucha ternura y cuidado. Yo le preguntaba : “¿Mami, como estuve? ¿El vestido te gustó?...” Ella siempre me daba su opinión, y aún lo que no le gustaba demasiado, me lo decía con total discreción.
—¿Su hija Mercedes tomó la posta que dejó su madre?
—No tanto como mi madre, pero sí, la ocupó. Está en cada uno de mis estrenos televisivos, y mira el programa desde la tele de mi camarín, dice que es una cábala. Después nos vamos todos a cenar. Mi madre era muy distinta, le costó creer que su nena se había transformado en una figura. Creo que nunca se acostumbró a que fuera “Susana Gimenez”. Mi madre vivía en Mar del Plata, y en la primera obra que hice allí, “Las Mariposas son Libres”, con Rodolfo Bebán, la puse a trabajar conmigo. Estaba en la entrada con el “cuentaganado”, controlando la cantidad de gente que venia a verme. Yo empezaba a ser una figura e iba a porcentaje de las ventas. Me hacia muy bien ver a mi mamá a mi lado, me ayudaba, se sentía útil. Tuvimos una relación inolvidable.
—¿Aún durante su infancia…?
—No, porque yo era una pendeja de mierda…pero luego, cuando entendí los motivos de las peleas que mi madre tenía con mi padre…
—¿Logró perdonarlos?
—A mi mamá no tuve que perdonarle nunca nada porque fue una mujer que sufrió muchísimo con la enfermedad de mi hermano. Pero a mi papá...no sé, se murió de golpe, pobre, a los 63 años, cuando yo debuté con “Hola Susana”.
—¿Pudo decirle a su padre todo lo que sentía y padeció a su lado?
—Si, hablé con él. No me quedó nada por decirle. Le dije que había sido muy duro con nosotros, y le pregunté por qué utilizaba esa constante del castigo corporal. Mi padre tenia una fusta en mi casa, y si de pronto algo rompía, sin querer, como cualquier chica, me daba un fustazo en la cola que me la dejaba negra y marcada de punta a punta. El me contesto “Yo no fui un hombre feliz con tu madre”. “¿Y nosotros que teníamos que ver?, ¿Cuál fue nuestra culpa?”, le dije. Pude hablar, si. No me quedo nada dentro mío que me duela o me haga daño.
—¿Expulsar el dolor y exorcizar lo malo está muy ligado a su personalidad?
—Lo malo y lo negativo lo saco de mi vida. No soportaría vivir de otra manera.
—¿Le divierte que le cuenten chimentos que están ligados a su vida?
—Detesto, no lo permito. Pero de otros, sí, me encantan…(risas)
—¿Usted es irremplazable?
—No habrá otra Susana, como tampoco habrá otra Sofía Loren, o nunca hubo otra mujer como Marilyn Monroe o Rita Hayworth. Fijate que curioso, pero los ídolos de mi madre, Gregory Peck y Rita, también son los míos. El hombre y la mujer más lindos de la tierra. Y talentosos. Rita era una bailarina sensacional, pero tuvo una vida de mierda. La mujer más amada, más querida, tuvo que pagarlo teniendo una vida tremenda.
—Habla como si supiera que la vida le hace pagar un costo por el éxito, la belleza y la estelaridad…
—Sí, yo creo que hay un costo para todo. Algunos más jodidos que otros.
—¿Usted qué tuvo que pagar por ser quien es?
—Quizás estar sola, pero para mí, y en este momento de mi vida, no es algo que lamento. Pero entiendo que mucha gente se preguntará “¿Qué hace esta mina sola con tanto que tiene y tiene por hacer?”. Y es cierto. Yo soy la que toma las decisiones de todo y cada uno de los actos de mi vida. Y a veces me canso. Es por lo único que extraño a un hombre…
—¿Estaría dispuesta a confiar y delegar sus decisiones?
—Me gustaría tener un hombre en quien confiar. Pero la vida, en ese aspecto, me ha golpeado mucho. Me acuerdo de Doris Day, que logró ser la número uno del mundo, y su marido la dejó en la calle. Sola y con los perros. Le robó todo. Y a Rita le pasó lo mismo…Entonces, aún equivocándome, soy yo la que toma las decisiones en mi vida.
—¿Qué relación mantiene con la soledad? No le provoca cierta melancolía, o tristeza?
—Para nada, me encanta estar sola. Jamás me aburro. Canto todo el día. No me siento una mujer infeliz, para nada. Jamás paro. Leo libros maravilloso, hago “Petit Point” (bordado de almohadones), salgo a correr con mis perros, me voy al lago y le doy de comer a los patos, a los peces, veo tele, me voy a la peluquería, al casino, que se yo…no paro. Y a veces, en invierno, en “La Mary”, me quedo leyendo tirada frente a la chimenea con mis cinco perros echados al lado mío – Thelma, Cholo, Indio, Kiko y Negro- y soy la mujer mas feliz del mundo.
—Y ningún hombre la molesta…
—Ningún hombre me caga, ni me hace llorar ni me hace mirar el teléfono para ver si suena. No me importa más nada. Además, ya amé demasiado, fui amada y “el sol iluminó mi faz, vida nada me debes, vida estamos en paz…”
—¿Qué es lo que tiene que tener un hombre para conmoverla y seducirla?
—Los que se atreven no me gustan, prefiero divertirme sola antes de estar con alguien que no me atrae.
—¿No será demasiado exigente?
—Y bueno mi amor, sino soy exigente yo, quien va a serlo.
—¿Le gustan los hombres jóvenes? ¿Es ahí donde pone el foco?
—Ah, si, viejos no me gustan.
—¿Tampoco los hombres con panza?
—No. ¿Por qué tienen que tener panza? Bueno, las mujeres tenemos celulitis y los hombres panza, es cierto. Pero no. Aunque por ahí un día te sorprendo y me enamoro de un viejo y te quedas helado. Puede pasar. Mira Isabel Preysler con Vargas Llosa, hacen una pareja espléndida.
—¿Entonces usted podría enamorarse de un hombre como Vargas Llosa, de 80 años?
—La verdad, no. Pero tampoco conocí a un hombre como él que tuviera esa cabeza…
—¿Un hombre de 40 años?
—Hasta 50 años esta perfecto.
—¿Intentaron conquistarla por wasap?
—Sí, pero es un disparate. No respondo. Yo prefiero “face to face”. No tengo ni Instagram y sólo, y a veces, utilizo el Facebook para jugar al “Candy”. Déjame como estoy, con mis animales, que me aman con locura y jamás me van a traicionar…
—Cambiando de tema. ¿Qué es lo que mas le atrae de la moda?
—Todo, amo. Hoy siento que hay ciertas tendencias de las cuales no me siento atraída: combinar flores, con rayas, todo junto, me parece demasiado. Yo uso de la moda, lo que me queda bien, jamás me pondría algo que siento que es una porquería por el sólo hecho de estar a la moda.
—¿Cómo describe y define a una mujer elegante y distinguida?
—Sería como Audrey Hepburn, o Jackie Kennedy…
—¿Qué le pondría a una mujer argentina para que acentuara su elegancia?
—Un tailler negro de Chanel. El corte es muy importante. Podes tener uno fabuloso para el resto de tu vida.
—¿Le gusta comprar mas carteras que zapatos?
—No, prefiero los zapatos. Perdí la cuenta de cuantos pares tengo. Tengo muchos porque algunas marcas como Valentino o Eugenio Zanotti jamás pasan de moda. Son como joyas. Ahora, con los que no uso más, los pongo en una bolsa y los regalo. Las carteras también me encantan. En realidad, lo que más me atraen son los accesorios. Creo que una mujer con buenos accesorios y un vestidito negro esta brutal.
—Hace años que observo que jamás se quitó el brillante Tiffany que lleva en el cuello…
—No, es divino. No me lo saco nunca.
—¿Quién se lo regaló?
—Jorge (Rodriguez).
—¿Tampoco cambió su reloj Rolex de diamantes…?
—Pesa un poco, pero éste me encanta. He cambiado algunos.
—¿Le gusta usar aros?
—No, me quedan pésimos los aros, horribles. Quizás con el pelo recogido…Lo que amo son los sombreros. Las mujeres deberían usar más accesorios y sombreros.
—¿Su vestuario lo selecciona en el momento o mucho tiempo antes de salir?
—Para la vida, no, nada. Pero si es un evento importante, lo pienso con bastante antelación.
—Para la vida, como usted dice, ¿Qué usa, con qué se siente cómoda?
—Lo que más me gusta, cuando llego a “La Mary”, es ponerme un pantalón ancho y una camiseta. Y chatitas. Y túnicas. Y no maquillarme.
—¿Le gusta el look que imprime Juliana Awada como la First Lady de los argentinos?
—Sí, me encanta. Juliana es una mujer super distinguida. Nunca cambió su look. Es sencilla e hiper chic. Tiene un perfil muy bajo. Me encanta la pareja que hace con Mauricio. El esta loco de amor y ella también. Creo que nunca habíamos tenido una Primera Dama tan linda, salvo Eva Perón.
—Más allá del look, ¿Observa a la Primera Dama como una buena compañera de nuestro Presidente?
—Si, están muy enamorados. Los dos, enamoradísimos. Mauricio lo dice todo el tiempo. Y Juliana es pura dulzura, una chica amorosa.
—Usted es amiga de Mauricio Macri. ¿Habla con él? ¿Le transmite las inquietudes que escucha de la gente?
—No, por ahí le envío un mensajito por wasap. Cuando tuvo la arritmia, por ejemplo, le dije que tenía que estar fuerte, que el pueblo lo necesita y lo apoya. Los argentinos estamos en una etapa de transición pero con optimismo.
—Como argentina, ¿Se reconoce un referente del pueblo?
—Si, porque pienso igual a ellos. Yo soy muy patriota. Creo en nuestros héroes. Soy de una generación en la que mi abuelo me llevaba a los desfiles patrios. Me gustaba ver a los granaderos y jurar por la bandera argentina. En la escuela cantábamos “Aurora”: “Alta en el Cielo….”. Ahora no se que cantan. Siento que no hay muchos patriotas, sobre todo en los gobiernos que hemos tenido. Estaban más preocupados por como hacerse ricos que por respetar la patria, y eso es una cosa deleznable. Por suerte, en estos días, le estuvieron haciendo algunos homenajes a Arturo Illia, un hombre que luchó por su país y murió pobre; como Manuel Belgrano, o San Martín. A Mauricio Macri le interesa su patria. Los que no son patriotas lo único que les interesa es conseguir el auto de alta gama y la casa en el country.
—Cómo representante de la gente: ¿Alguna vez se sintió tentada por un cargo político?
—Ni loca, en cuanto lo aceptás, la mitad de la población te odia. Aparte, no soy para eso y nunca fue mi ambición, jamás. No podría. Yo trato de ayudar al que puedo, y en silencio. Soy una gran contribuyente y espero que los impuestos que pagamos vuelvan de una vez por todas al pueblo; a los hospitales, a las calles. Además, cuando te metes en política, siempre envejeces.
—Hablando del tema: el director cinematográfico español, Pedro Almodóvar declaró que la vejez no es una enfermedad, es una masacre.
—Y es verdad, yo estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué puede tener de bueno la vejez? Absolutamente nada. ¿Esperar que te llegue el tren y te lleve? No le veo nada agradable. Nadie preferiría la vejez a la juventud porque estaría re loco….
—¿Que ve de usted cuando se ve, hoy?
—Juventud. Si, me veo joven todavía. Y cuando me arreglo y me produzco, ni hablar(risas). Pero es cierto que hay muchas cosas que ya no me gustan.
—¿Por ejemplo, qué es lo que no le gusta o aborrece de esta etapa?
—A veces me pregunto: por que tengo que aguantar las celulitis o que me crezca la nariz…por suerte las orejas no!!! (risas) Te juro, con los años te crecen los miembros…Pero bueno, trato de estar siempre bien y de retrasar el momento.
—¿Viviendo la vida con intensidad?
—Es de la única manera que concibo la vida. Hay que enfrentar lo que la vida te da. Peor es creerte que sos una pendeja y ponerte una minifalda a esta edad, es ridículo. Yo ya use la más cortas de las minifaldas del planeta, use leopardo, use trasparencias, y me animé siempre a todo.
—¿Observa el pasado con nostalgia o dolor?
—Nada. No miro con nostalgia ni mi juventud ni mi belleza. El otro día estaba con Miguelito (Romano) en la peluquería viendo por youtube los primeros musicales que hice para la tele, y me dijo: “Que divina, eras la mitad que ahora” Casi lo mato. Lo amo. Me hace reír y es Miguel. A mí me encanta ver fotos, o videos del pasado. Pero sabes cual es el secreto: el humor. Sin humor, no concibo la vida.
Por Héctor Maugeri.
Fotos: Gabriel Machado.