La única y gran preocupación de Cecilia Milone (47) era que el novio no llegara tarde a la iglesia (como, aseguran sus amigos, es su costumbre). Y por esa razón, Eugenio “Nito” Justiniano Artaza (56) se esmeró en cumplir con todos los deseos de su futura esposa. El domingo 25 de junio la ciudad correntina de Bella Vista, ubicada sobre majestuosas barrancas al río Paraná, amaneció soleada y con una temperatura primaveral. Y aunque algunas traviesas nubes despertaron la preocupación de los organizadores de la gran boda, todo resultó según lo soñado por la novia. Desde el viernes anterior los 40 mil habitantes estaban revolucionados por el acontecimiento que vivirían y los hoteles de la zona con su capacidad colmada por los invitados que habían llegado desde Buenos Aires. La noche del sábado 24 el Club Social vistió sus mejores galas (en los tres salones ambientados por Marcelo Giménez) para la “Vigilia” que los futuros esposos vivirían junto a los casi 300 invitados. Moria Casán y Pepe Cibrián fueron de los primeros en llegar en avión, ya que serían testigo y padrino de la unión. También arribaron Nora Cárpena, Julia Zenko, Carmen Barbieri, Dany Mañas, Daniel Scioli, Leticia Carossella, Javier Faroni, Miguel Angel Cherutti y los hijos de Artaza, (Leandro ausente) Juan Manuel y Sabrina que confesó: “Mi papá es una caja de sorpresas. Me fascina verlo así; cumpliendo el sueño de casarse en su pueblo. Lo veo emocionado como nunca y lo apoyo porque está con el amor de su vida”. En una noche estrellada, a orillas del río Paraná, los invitados comieron locro, empanadas, pastelitos y típicos platos correntinos, con un catering de “Pato” Villagra. Hubo repetidos brindis con vino tinto y champagna. Moria hizo su personal show y no paró de tomarse selfies con los invitados. Reinó la música, la alegría y el baile. “Nuestra idea era esperar la boda con una vigilia rodeada por nuestros amigos y seres amados. Y así fue. Todo alegría y felicidad. Fue el broche de oro de nuestra historia de amor. Cumplimos nuestro gran sueño de amor”, aseguró Nito. El domingo los nervios jugaron con el humor de la pareja. La gran casona familiar de los Artaza fue el lugar elegido para firmar el Acta que los declaraba “esposos” ante la Ley. Moria, Roque Pinzetta (sobrino de Nito) y sus amigos Raúl Carballo y Daniel Gauna fueron los testigos. Cecilia lució una vestido de Gabo Barbereau, corto, blanco con bordados realizado con la tela del traje de novia de su madre, Lydia (recientemente fallecida). Al finalizar el Civil, los ya “marido y mujer” se separaron para vestirse para la iglesia. La parroquia Nuestra Señora del Carmen fue ornamentada por María Olivetti con cientos de flores blancas. Casi como en un cuento de hadas, miles de personas se reunieron en la plaza esperando ver pasar el carruaje antiguo tirado por un caballo e íntegramente cubierto con raso blanco que traía a la novia junto a su padrino, Pepe Cibrián. Edgardo Coton y Mario Vidal, de “Iara”, y el coiffure Leo Cosenza ayudaron a Cecilia en los instantes previos. Un vestido blanco, corte sirena, con mangas largas y profundo escote fue luego completado con una capa. La novia lució aros de plata y brillantes que pertenecieron a Amelia, la abuela de Nito, un anillo de perlas y brillantes que le regaló el padrino y fue de Ana María Campoy y un rosario que le prestó su amiga y ex profesora de la secundaria Rosita Arial. Puntual, desde las 18.16, en el altar la esperaba muy emocionado Nito (con un traje de Daniel Casalnovo) junto a su hermana, Amelia. El tradicional cortejo estuvo integrado por Rita y Angelina (sobrinas de Nito), Daniela Inglese, Talia y Stefy (hijas de Ana Acosta), Mariana Milone (hermana de la novia) y luego se sumaron los hijos de Nito. También estuvieron los testigos de la iglesia que fueron José González y Tolentina Carbonel (la “nana” del novio que hoy tiene 90 años). Durante la ceremonia presidida por el diácono Hugo Martínez, Carmen Barbieri leyó un texto de San Pablo, 1 Corintios, “El amor no pasará jamás”. Fue entonces cuando el cómico y hoy candidato a gobernador por Corrientes, no pudo evitar las lágrimas. Emocionado apretó fuertemente la mano de su gran amor. Una cómplice mirada entre ellos bastó para superar el llanto. Pero nuevamente llegarían las lágrimas cuando la propia Cecilia, arrodillada frente al altar, cantó el Ave María y su potente voz hizo vibrar cada rincón de la iglesia de 1826. “He llorado más que la novia. Fue una boda muy emotiva y parecía el casamiento en un principado”, confió Carmen. Mientras Moria con todo el entusiasmo de haber sido la celestina de la pareja aseguró: “Siento que hace como tres días que estamos celebrando. Es un casamiento rarísimo. Tipo gitano o griego; de esos que duran una semana. ¡Por fin se les dio! Les auguro toda la felicidad del mundo”. Con las alianzas de oro blanco de Jean Pierre en sus dedos y una sonrisa plena iluminando sus rostros, salieron de la iglesia. La plaza de Bella Vista fue colmada en su totalidad por todo el pueblo que casi como en una procesión, marchaba a paso lento por las calles aledañas haciendo fuerza para llegar hasta el lugar. En uno de sus costados debió montarse un escenario para que los novios subieran a saludar a la multitud. Sin embargo, precisamente por la cantidad de gente reunida no pudieron descender del carruaje y desde allí observaron sonrientes la actuación de una banda municipal que los homenajeó con un popurrí de tradicionales marchas. Nuevamente en el carruaje tirado por un caballo, la pareja se dirigió al Club Social para un íntimo brindis. Hubo champagna y diez tortas alineadas en forma de herradura para el cierre de boda. “Estamos plenos. Felices. Cumplimos el sueño de casarnos y tener una boda junto a todos los que amamos. ¡Nuestra boda duró dos días y dos noches!”, aseguraron Cecilia y Nito al partir hacia su tranquila luna de miel en los Esteros del Ibera.
por Gaby Balzaretti
Fotos: Marcela Melgar
(Gentileza Album Personal de los novios)