En una conversación profunda con Héctor Maugeri para +CARAS, Dorys del Valle repasó uno de los capítulos más duros de su vida: el quiebre sentimental y material que sufrió al separarse de Emilio Disi. Durante dos décadas compartieron amor, escenarios y un imaginario de pareja sólida. Sin embargo, detrás de esa postal se gestaba un final inesperado y devastador.
Con más de seis décadas de trayectoria, la actriz se convirtió en una de las figuras imprescindibles de la televisión, el teatro y el cine argentino. Debutó muy joven, tras cambiarse el nombre para poder trabajar sin la oposición de su padre, y rápidamente se volvió un rostro habitual en las ficciones más populares. Participó en éxitos emblemáticos, como Rolando Rivas, taxista, donde su personaje marcó a toda una generación. Dueña de un carisma singular, transitó épocas doradas, desafíos personales y una carrera que hoy recuerda con gratitud y lucidez.
Dorys del Valle y el derrumbe económico
“Me dejó en una situación económica desastrosa”, afirmó Dorys del Valle. Así resumió la actriz el impacto que recibió tras la ruptura. Nunca había sido una mujer pendiente del dinero, y confiaba en que la estabilidad afectiva traía aparejada cierta tranquilidad cotidiana. Pero al separarse se encontró frente a una realidad desconocida: cinco juicios que la obligaron a enfocar su energía en sobrevivir, entender y reorganizar su vida. “Nunca fui de mirar cuánto tenía en la hucha”, admitió, con la honestidad que la caracteriza.
El golpe no solo fue financiero, sino emocional. Dorys creía que su relación con Disi era sólida, hasta que él la llamó desde Punta del Este para anunciarle que no volvería. La herida se profundizó cuando supo que él ya estaba en otra relación. Para ella, ese gesto fue doblemente abrupto: rompió un vínculo afectivo y dejó al descubierto una estructura económica frágil que ella no había visto. “Fue un desgaste terrible”, señaló, recordando aquellos meses de incertidumbre y desilusión.
Dorys del Valle: dignidad, traición y reconstrucción
En medio del caos, se aferró a una enseñanza que considera sagrada. “La elegancia y la dignidad no se pierden”, decía su madre, y esa frase se volvió un refugio para no quebrarse. Mientras atravesaba audiencias y negociaciones, descubrió que la fortaleza no siempre aparece en los momentos en que uno la busca, sino en aquellos en que no queda otra opción. Aun así, reconoce que hubo noches difíciles, cargadas de preguntas sin respuesta y silencios inesperados.
Ese proceso también la llevó a replantearse su vínculo con la felicidad. “Hay que trabajar para ser feliz”, afirmó en +CARAS, convencida de que la alegría no es un estado pasivo. Según dice, la actuación fue su sostén: en el escenario no salía Dorys, sino el personaje, una distancia emocional que la ayudó a no derrumbarse. Después de cada función, necesitaba volver al camarín, ponerse la bata, respirar y recuperar su eje. Ese ritual íntimo se convirtió en su forma de resistencia.
Hoy, mirando hacia atrás, no habla desde la víctima, sino desde la mujer que entendió que podía empezar de nuevo. “Si vos no me querés, yo no te quiero”, resumió, sin rencor, pero con una claridad conquistada. Dorys del Valle atravesó juicios, traiciones y pérdidas, y aún así se mantuvo fiel a sí misma. Su historia no es solo la de una caída, sino la de una reconstrucción hecha de coraje, trabajo emocional y una dignidad que nunca negoció.
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