A más de 700 kilómetros de Buenos Aires, Máximo Ghione decidió cambiarlo todo. El actor, reconocido por su versatilidad en televisión y cine —de Montecristo a Maradona: Sueño Bendito—, se instaló en un pequeño pueblo santafesino para cuidar su salud y reencontrarse con la calma. “Dejé todo para sanar”, contó durante su visita al programa +CARAS, conducido por Héctor Maugeri.
Máximo Ghione y su rutina en un pueblo de 3 mil habitantes
El artista, que también es director, escritor y maestro de actores, dijo que la mudanza fue una decisión tan necesaria como liberadora. “Mi amigo, el doctor Daniel Tita, me dijo: ‘Vení, porque vení a sanar’”, recordó. Hoy vive en un pueblo de apenas tres mil habitantes, “de diez cuadras por diez cuadras”, donde la rutina es sencilla y el tiempo corre distinto. “Tengo mi yegua y voy a hacer los mandados a caballo”, relató con humor.
Antes de dar el paso, Ghione fue uno de los rostros más activos de la ficción nacional. Trabajó en Montecristo, Graduados, Botineras, Dulce Amor y Maradona: Sueño Bendito, y se destacó por su compromiso para convertir cada personaje en una historia humana. Además, dirigió obras teatrales y publicó Literatura del barro, un libro donde volcó su mirada poética sobre la vida y el oficio.
Máximo Ghione habló de su familia: su ex pareja mexicana y su hijo
El cambio también tuvo un costado emocional. Ghione estuvo casado con Carolina González, mexicana, con quien tuvo a su hijo Benicio. Durante una etapa la familia vivió en México, país al que el actor le guarda especial afecto. “Mi hijo se fue a vivir allá con su mamá, y yo también me fui. Esta es la primera vez que vuelvo a Buenos Aires sin él”, dijo con emoción.
La salud lo obligó a frenar y a ajustar el rumbo. El actor convive con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y modificó por completo su estilo de vida. “Fui muy fumador, bajé un montón de peso, tengo que hacerlo por el EPOC. No se revierte, pero se puede mantener estable”, explicó. Según contó, dos tercios de sus pulmones están sanos y mantiene un control estricto. “Camino todos los días y tengo un grupo de médicos que me acompaña y me cuida”, agregó.
Lejos de los sets y los flashes, Ghione abrazó una forma de sanar el cuerpo y el alma. Su refugio está en Lo de Solán, un bodegón de comidas caseras en un pueblito alemán cercano a Rafaela. Allí une su amor por la gastronomía con la escritura y los caballos, sus grandes aliados en esta etapa. “Vivo donde se terminan las diez cuadras del pueblo. Es aire puro, silencio y vida real”, concluyó.
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