Hace varios años que María Lucila “Luli” Fernández (31) transita un proceso de introspección, una transformación positiva. Jamás dejó de trabajar y siempre fue fiel a su multifuncionalidad, pero en un momento necesitó parar un poco el ritmo para no distraerse de las pequeñas cosas. El cambio se profundizó en octubre de 2017 cuando perdió un embarazo de un mes junto a su marido, el abogado penalista Cristian Cúneo Libarona (48) e intensificó ese autoconocimiento a través de la biodecodificación y la meditación.
“La situación nos conmovió y no lo conté públicamente. Hoy sí puedo hablar porque con el tiempo comprendí que antes no estaba preparada para ser mamá: tenía que transitar cosas a nivel personal y sanar espiritualmente”, asegura la modelo de Multitalent Agency mientras observa dormir plácido a su bebé Indalecio, de dos meses, en sus brazos. “Quedé embarazada en julio de 2018, cuando era otra mujer: con etapas superadas y lazos familiares fuertes. Con ‘Inda’ viví una maternidad muy tranquila y consciente. Aprendí que todo llega a su debido tiempo. Durante el embarazo jamás se me cruzó que lo iba a perder, no tuve náuseas ni vómitos. Incluso, en el verano, fui a México con una panzota junto a Cristian y a sus hijos Santos (21), María (19), Vicente (9) y Jacinto (8) —fruto de una relación anterior—, con los cuales me llevo re bien”, agrega al mismo tiempo que se acomoda para amamantar a su bebé en el living de su casa.
“La maternidad es intensa pero la estoy disfrutando mucho. Soy una mamá canguro. De a poco, voy retomando mis actividades porque, al tener facilidad de horarios, puedo llevar a mi hijo conmigo”, celebra quien conduce los sábados “Hay Código”, por América TV.
—¿Siempre está así de tranquilo?
—¡Sí! “Inda” es un santo, duerme y se porta súper bien. También Cristian contribuye para que todo sea más fácil como mamá primeriza. A la mañana, cuando se levanta temprano para ir a trabajar, lo cuida mientras desayuna y yo puedo descansar más. Lo baña y le cambia pañales a morir. Cuando los veo juntos me impresiono porque ¡son iguales! Jaja… Cristian tiene un gen fuerte porque todos sus herederos son parecidos a él. Es un papá dedicado, presente y compañero. Más allá de su caótica agenda, se hace lugar para acompañarme al pediatra o a vacunarlo. A los chicos más grandes los entrena en rugby, los escucha y ayuda. Indalecio llegó en un momento de su vida en el que la paternidad es un disfrute total. Siempre me dice: “Yo ya crié cuatro, ahora te toca a vos ponerle límites a Indalecio”. A su vez, me preguntó si quería contratar a una persona a la noche para que yo pueda descansar pero prefiero hacer mi experiencia y resolverlo sola. A veces me ayuda mi mamá que vive cerca de casa.
—¿Es una madre obsesiva o relajada?
—Súper relajada; soy cuidadosa pero no obsesiva. En casa tengo perros: una Golden llamada Simba; Manchi, que es adoptado y tiene 11 años; y la gorda Bulldog Francés Indiana, de 8 años. Le dije al pediatra que era re-importante que el bebé se criara con ellos y me respondió que si estaban desparasitados, no había problemas.
— ¿Hacen colecho?
— ¡Queríamos evitarlo pero no pudimos! Jaja... Tenemos la cuna colecho “next to me” pero él primero se duerme en su cuna y luego a las tres de la mañana, cuando se despierta, le doy de nuevo la teta y, si está medio mañoso, lo dejamos en nuestra cama. Me hago toda una barricada y ahí dormimos. Nuestro objetivo es que al tercer mes no se pase a nuestra cama y al sexto mes que se vaya a su cuarto. Esperemos cumplirlo porque “Inda” es muy mimoso.
—¿Por qué dijo que a su bebé eligió llamarlo Indalecio?
—Un día fui a un evento por trabajo junto a Cristian, que esa vez extrañamente me acompañó porque tenía que hacer algo en San Isidro, y escuchamos que un padre llamó a su hijo Indalecio. Me atrajo porque nunca lo había escuchado, él me dijo que lo había oído en el campo. En ese momento, todavía no estaba embarazada. Al tiempo, nos fuimos a Salta a ver a un cliente suyo cuando recién nos habíamos enterado del embarazo. Volviendo a Buenos Aires, en la ruta, pasamos por un pueblito y frenamos a contemplar el paisaje. Ahí vimos una Iglesia que se llamaba “San Indalecio”. Nos miramos y dijimos: “Si es varón se debe llamar así”. Fue gracioso porque a mis suegros no les gustaba nada ese nombre y, cuando se lo decíamos creían que estábamos bromeando y nos preguntaban cuál iba a ser el verdadero nombre de nuestro hijo. Después se familiarizaron porque no les quedó otra opción. Lo loco fue que lo elegí sin saber qué significaba. Y embarazada de cuatro meses, una amiga me dijo que Indalecio significaba “Enviado de Dios”. Ese día, con Cristian reconfirmamos que no podía tener otro nombre. Soy creyente y cuando pasan estas cosas, las tomo como señales de alguien que las manda desde arriba. A Indalecio me lo envió Dios.
— En sus redes suele compartir su experiencia como mamá, ¿Hay límites para la exposición del bebé?
—Lo hablé con mi marido y estamos de acuerdo en que si yo no subo una foto de mi bebé, luego lo hará la prensa. Y siento que la gente se encariña cuando uno comparte sus cosas con ellos. Si el día de mañana mi hijo no quiere exponer nada más, será válido y lo respetaré.
— Una de las cosas malas de la exposición son los agravios, ¿Los lee y la afectan?
— No llego a leer todo pero sí la mayoría de los comentarios. Nunca me importó lo que digan los demás. Pueden decir cualquier barbaridad, incluso una amiga me contó que llegaron a hacer memes del nombre Indalecio y me dio risa. Sólo tomo las críticas constructivas. La vez pasada me enseñaron a hacerle mejor el provechito. No me enrosco con lo que viene de un desconocido. Sólo me interesa lo que diga la gente que quiero. El tiempo es sagrado y lo ocupo para mis afectos o para mí.
— Como, por ejemplo, volvió a su rutina de actividad física…
— Sí, a los cuarenta días de parir volví al gimnasio una vez por semana a hacer funcional y ahora voy dos veces. Lo hice más por una cuestión mental que física. Incluso me lo llevo a “Inda” al gym ya que son sólo 40 minutos. Los últimos 7 años de mi vida entrené con este sistema y me funciona increíble. También me hago radiofrecuencia tripolar en piernas y panza, que es lo que más cuesta que vuelva a su lugar. Empecé a comer más sano con el embarazo porque las gaseosas me caían mal y ahora continúo con esa alimentación. Y, a diferencia de lo que me dijeron al amamantar, se me redujo el apetito después del embarazo. Cristian suele decirme que le encanta verme amamantándolo.
— ¿Con la maternidad se posterga la intimidad de la pareja?
— No, no soy partidaria de poner en un segundo plano al esposo cuando llega un hijo. A Cristian lo amo y lo sigo mirando con los mismos ojos de deseo que antes de quedar embarazada. Tratamos siempre de encontrar los espacios para estar solos: desde salir a comer, ver una película o tener una noche romántica. Estamos en el mejor momento como pareja. Antes era tormentosamente celosa: de las que revisan el celular. Y, con el tiempo, aprendí que lo más importante es la confianza y la libertad. Si el otro quiere estar con alguien lo va a hacer, más allá de que le revises el teléfono. Conmigo se muestra relajado. Durante todo mi proceso de embarazo me hizo sentir que me amaba más que nunca: lo hemos hablado y me dijo que el verme mamá lo enamoró más. El embarazo consolidó nuestro vínculo. ¡Nos gustamos más!
— ¿Piensan buscar más hijos?
— ¡Si fuese por Cristian, nunca dejaríamos de buscar porque ama a sus hijos por sobre todas las cosas! Pero, por ahora, con “Inda” me basta. Dios me dio mucho más de lo que alguna vez deseé. Soy una persona agradecida porque de chica en casa no sobraba nada y la vida siempre me dio oportunidades para crecer. Indalecio vino a completar mi familia, es mi vida y alma entera. Con él conocí aspectos míos desconocidos; me hizo más amorosa y empecé a valorar las cosas importantes de la vida. Buscar este bebé fue un proceso de mucha conciencia. Todo el tiempo estoy deslumbrándome con él. Indalecio llegó para darnos más felicidad.
Agradecimientos: Fotos (Instagram: @machadito1). Producción: Maite Irazu. Peinó: Juanma Cativa para Mala Peluquería. Make Up Micaela Roza para Frúmboli Estudio. Asistente de producción Katy Vara. Ropa: Natalia Antolín, Cheeky, Ricky Sarkany, Wanama, Cibeles, Pioppa.
Prensa: Vane Pellizzeri.