Lo que cualquier mortal disfrutaría como parte de una rutina diaria de verano, para Harry (36) se convirtió en uno de los mejores días de su vida. Así lo comentaron los custodios que aún lo acompañan en cada salida. El nieto menor de la reina Isabel II (94) les contó que jamás había podido caminar por la orilla del mar, descalzo, en bermudas y jugando con su labrador negro Pula, que fue el primero que adoptó la pareja, en 2018, y lo bautizó como la moneda oficial de Botswana, ya que fue el país africano al que viajaron cuando empezaron a salir y, además, en lengua bantú Pula significa lluvia, que es considerada una bendición.
“¡Hoy me siento un hombre libre!”, aseguró. Aprovechando un break en sus tareas hogareñas con Meghan (39) y su hijo Archie (1), Harry quiso bajar a una de las playas más solitarias de Santa Mónica y sentirse un “verdadero chico californiano” con su cup al revés y sus gafas oscuras, tal como lo fotografió el sitio Guacamouly.com.
Casi como un niño que disfruta de su primer juguete, el hijo menor de Lady Di corrió por la arena, dejó que las olas mojaran sus pies y le tiró la pelotita a Pula para que la fuera a buscar. Desde que la pareja compró por más de 14 millones de dólares su casa de 1300 metros cuadrados con nueve habitaciones, en la zona de Montecito, su rutina ha cambiado radicalmente. Cuentan los amigos que allí Harry y Meghan intentan llevar una vida más normal que la que tenían en Buckingham, lejos de los celos y disputas de palacio.