A pesar de haber volado 7.583 kilómetros desde Londres para instalarse en Vancouver, Meghan Markle (38) y el príncipe Harry (35) aún no terminaron de lograr la ansiada paz que buscan tener junto a su pequeño Archie (8 meses). Después de dar, literalmente, “un portazo” y ser acusados de “traidores” por la Familia Real Inglesa, los duques de Sussex finalmente desembarcaron en Canadá y concentraron sus energías en la búsqueda de la propiedad adecuada para llevar una vida tranquila. Sin embargo las primeras semanas le resultaron muy frustrantes al no encontrar la casa soñada. Hasta que recurrieron a la famosa “Corporación Inmobiliaria Alberta Rose”, una corredora de bienes raíces experta en mansiones de lujo. Inmediatamente los agentes inmobiliarios les mostraron una mansión ubicada en el oeste de la isla canadiense de alrededor de dos mil metros cuadrados que, enamoró a Meghan. Y, como según cuentan los allegados a Harry, ella es quien decide, y ya estarían terminando de redecorarla para apresurar su mudanza. La mansión, valuada en 27.5 millones de dólares, está en una de las zonas más prestigiosas, llamada “Goldes Miles”, elegida por los jóvenes millonarios.
La lujosa casa de cuatro plantas, unidas por una escalera que su bróker presenta como una copia de la famosa escalinata de “Falcon Crest”, cuenta con 641 metros cuadrados habitables, tiene seis cuartos con grandes chimeneas, típicas de la zona para hacer frente a los fríos inviernos con cinco baños en suite. Robustas puertas dan la bienvenida a la mansión, que está rodeada por altos setos y un muro de casi 7 metros de altura. Una enorme cocina diáfana y salón-comedor de increíbles dimensiones, enamoran con sus vistas al océano. El office es espectacular, con un gran ventanal a un increíble paisaje ideal para disfrutar durante el desayuno o la hora del té. Y lo más supremo que ofrece es que cada ambiente cuenta con vistas panorámicas al mar, gracias a gigantescos ventanales a terrazas laterales y verdes jardines, desde los que también se adivinan los rascacielos de Vancouver. Hasta desde la gran cocina gourmet se puede contemplar el mar gracias a las ventanas del piso al techo que se pliegan y que permiten que desaparezca la separación entre interior y exterior. Otro dato que apresuró la decisión de Meghan, fue que la mansión se encuentra en una posición elevada del terreno sobre la famosa playa de Kitsialino, en la que también tienen su embarcadero privado y una pequeña pista para aterrizar un helicóptero. Punto que le otorgaría la privacidad tan ansiada por ella. Ya que la mayoría de las millonarias casas de la zona, que en castellano se traduce como “Millas de oro”, que se extienden a lo largo de la ruta “Vancouver Pint Grey Road”, están rodeadas por muros de casi siete metros de altura y frondosos cercos de árboles que le aseguran la tan soñada intimidad.
“La zona atrae particularmente a jóvenes triunfadores súper ricos, conscientes de la importancia de la imagen. Está cerca de playa Kitsilano, una de las más populares de Vancouver, que es un lugar muy agradable para hacer cosas como yoga en verano”, aseguraron en la inmobiliaria, dato que entusiasmó a Meghan que es una fanática de esta práctica. Además, el agente agregó que a su precio de venta deberán sumarle alrededor de 117.167 dólares en impuestos. El alto precio que implicará la nueva vida de los duques de Sussex sorprendió a los ingleses, ya que Buckingham anunció que ellos dejarán de recibir fondos públicos, o sea de cobrar sus “sueldos”. Pero lejos de todas las especulaciones, Meghan no puede ocultar la gran felicidad que siente al estar a miles de kilómetros de la Familia Real y tan cerca de su familia y de Los Angeles, donde comenzará a trabajar por el contrato que firmó con Disney para hacer el doblaje de sus películas.