Por un instante, en pleno Salón Blanco de la Cámara de Diputados, Carolina Papaleo se abstrajo de todo. Le agarró la mano a su madre y le agradeció en un abrazo aquello que las palabras no logran decir. Así fue el último adiós de la actriz hacia Irma Roy, quien falleció el martes 14, a los 84 años, en la ciudad de Buenos Aires, tras sufrir un accidente doméstico. Sus restos fueron velados en el Congreso de la Nación, luego de estar internada durante diez días y no soportar la infección de una herida producto de una quemadura. "Más allá de lo que es la pérdida y de que sé que con el correr de los días la voy a extrañar más, celebro la vida de mi mamá, una mujer que siempre hizo todo lo que quiso. Honro la historia de una mujer que disfrutó del amor de su hija y nieto, que vivió intensamente y logró un montón de cosas por mérito propio", expresó Carolina, con la voz entrecortada por la emoción, tras la inhumación de su madre en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores del Cementerio de la Chacarita.
De extensa trayectoria en cine, teatro y televisión, Irma había celebrado su cumpleaños en el hospital rodeada de afectos, el viernes 10 de junio, cuatro días antes de su fallecimiento. Esa es la última imagen que su hija eligió para quedarse. "Estaba feliz junto a su nieto, con el que tanto se amaban. Nunca imaginamos este final, pero sólo me reconforta haberle dicho en vida todo lo que la quería", confesó Papaleo. Y, mientras la saludaban Marta González y Felipe Solá, entre otros actores y políticos que se acercaron a despedir a Roy, concluyó tan emocionada como orgullosa: "Nada la detenía: un día decidió que era más importante su parte militante que la artística y dejó la carrera de actriz, para dedicarse de lleno en la política como legisladora del partido Justicialista. Y sacó leyes muy difíciles. Cuando la despedí, le dije: ‘Ma, acá estás en el Congreso, en plena sesión de 22 horas, como hubieses querido. No hay mejor lugar que este para despedirte’. Aunque en mí va a vivir siempre. Es mi mayor referente".
Por Naiara Vecchio.
Fotos: Ernesto Pagés y Máximo Gómez.