La monarquía española enfrenta un problema que muchos prefieren ignorar: la figura de Juan Carlos I. Mientras disfruta de visitas a Sanxenxo, banquetes, bodas y fiestas, se olvida la verdadera razón por la que vive fuera de España: corrupción. No solo abusó de su cargo como rey y jefe de Estado para convertirlo en una empresa privada de comisiones, sino que también ocultó estos ingresos a Hacienda.
Todo lo recibía en efectivo. La justicia española, en lugar de actuar, encubrió el asunto con la excusa de que el Estado no podía permitirse tal escándalo, archivando todo por inviolabilidad o prescripción de los delitos.
El impacto de este escándalo ha sido significativo: además de que Juan Carlos se mudó para evitar ser residente fiscal en España y manejar sus millones sin supervisión, no puede aparecer junto a su nieta, Leonor, en ninguna fotografía. Este es el único límite que la Casa Real ha impuesto: evitar que la imagen de la futura esperanza de la Corona, se vea afectada por la relación con su abuelo.

La última fotografía de Juan Carlos I y la princesa Leonor juntos es de diciembre de 2018, durante el 40 aniversario de la Constitución española. En esta carta magna solo aparece un nombre propio: Juan Carlos, al mencionar que la Corona pasará a sus sucesores. La naturaleza hereditaria de la monarquía hace imposible desvincular a Felipe de su padre, ya que el actual jefe del Estado es rey únicamente por ser el hijo varón.
Cómo la monarquía belga humilló a Felipe VI y la princesa Leonor
Felipe VI no es el primogénito; simplemente, nació hombre. Leonor, con su imagen impecable, siendo la hija mayor y con una formación adecuada, se presenta como una mejor candidata para ser jefa del Estado que su padre o su abuelo. No habrá más fotografías de las tres generaciones de reyes, esta situación, vergonzosa para España, se ha hecho aún más evidente con la noticia de que la monarquía belga está preparando una foto especial para el 90 cumpleaños del rey Alberto, abuelo de la princesa Elisabet y padre del actual rey Felipe de Bélgica. Ellos no tienen un rey emérito corrupto y exiliado, y pueden mostrar con orgullo su línea sucesoria.

El contraste entre las monarquías española y belga es notable. Ambas tienen una línea sucesoria similar: un rey emérito, un rey reinante llamado Felipe y una heredera joven. La poderosa imagen del abuelo belga junto a la princesa es motivo de orgullo para Bélgica, mientras que para Felipe VI y la princesa Leonor, resalta el hecho de que su legitimidad proviene de un octogenario acusado de corrupción y abusar del poder.
AM

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