viernes 13 de diciembre del 2024
REALEZA 22-05-2020 16:20

El Príncipe de Hannover, el karma real de Carolina de Mónaco

Su Alteza Real está casada hace 11 años con el nombre, pero si firma los papeles pierde su título de Princesa.

Carolina de Mónaco
Carolina de Mónaco | web

   Aunque nació en cuna de oro, es la hija mayor de la recordada Grace Kelly y del príncipe Rainiero de Mónaco, fue una de las mujeres más bellas y glamorosas de Europa –la revista Time la puso en su tapa bajo el título “La más bella de las princesas europeas”-, estudió y se preparó mucho. E incluso llegó a ser la “candidata” elegida por la propia reina Isabel II (94) para su hijo Carlos de Inglaterra (71), la vida de la princesa Carolina (63) ha estado siempre marcada por la tristeza. Romances equivocados, primer matrimonio fracasado (de 1978 a 1980) con el playboy Philippe Junot -que le llevaba 17 años-, segunda boda con Stéfano Casiraghi, en 1983, con mucho amor y tres hijos hasta 1990 cuando él falleció en un accidente naútico. A los 33 años quedó viuda y con tres hijos pequeños para criar. El destino de la bella Carolina parecía esquivar la felicidad. Pero con su mejor sonrisa continuó con su vida social encabezando los eventos más importantes del Principado. Su belleza absoluta y su charme natural la llevaron a ser una de las “solteras” más codiciadas de Europa.

Por eso los monegascos, siempre preocupados por su castigado corazón respiraron aliviados y sonrieron cuando en su camino amoroso se cruzó finalmente un hombre con sangre azul en sus venas. Ernest de Hannover, jefe depuesto de la Casa Real de Hannover, Alemania, con una fortuna superior a los 350 millones de euros (algo así como 383.000.000 de dólares). Cifra que lo ubica en la lista de los 500 alemanes más ricos. Pero Ernest no era un desconocido para Carolina, ya que era el marido de su amiga íntima Chantal Hochuli (hija de un multimillonario arquitecto suizo con la que tenía dos hijos). La relación entre ellos cuentn que habría comenzado un año antes del divorcio del alemán con la suiza. Pero lejos de algunas críticas, Carolina volvió a casarse y, en la intimidad, aseguró que ésta era la última vez que pasaba por el registro civil. Fue en enero de 1999 con un discreto casamiento en el que no hubo vestido blanco ni pompas, ya que estaba embarazada de tres meses de Alejandra de Hannover (nació en julio del mismo año). Todos coinciden en que fueron los mejores 10 años de Carolina los que siguieron a la llegada de su segunda hija. Ella brillaba con todo su glamour en las fiestas de la realeza y presidía los bailes oficiales del principado. Tenía corona, formaba parte de la Familia Real de Mónaco y veía a sus hijos felices.

No así a su marido. Ya que mientras ella recogía aplausos, Hannover empinaba cuanta botella encontraba a su paso. Se convirtió en el príncipe más escandaloso y famoso por sus borracheras en lugares públicos. Sus fotos con chicas pulposas y de dudosa reputación llenaban las revistas del jet set y sus abogados se cansaban de ir a sacarlo de celdas en las que quedaba dormido luego de resistirse al arresto e incluso pegar a más de un papparazzi. Y así fue que la felicidad volvió a alejarse de Carolina y el destino, una vez más, cubrió sus días con un oscuro manto. Se sentía humillada, abandonada y cada día más lejos del hombre que pensó la sacaría finalmente de la tristeza. Ya que, todo lo contrario, la fue hundiendo en una depresión que ella nunca había experimentado. Fue entonces que sus hijos la aconsejaron y le recomendaron la separación. Carolina y Ernest se separaron pero no se divorciaron. Ella volvió, como es tradición desde hace más de 66 años (cuando su madre Grace impuso la costumbre) a presidir el Baile de la Rosa que distingue al Principado de Mónaco y por el que los invitados pagan el cubierto hasta 3 mil dólares. Pero de allí en adelante lo haría sola.

Según confirman los allegados a la Familia Real, hace 11 años que se separaron y más de 10 años que Carolina y Ernest no se ven ni se hablan. Dicen que ella se cansó y que se negó a un futuro sólo como enfermera de su marido ya que los estragos de toda una vida de alcohol y drogas comenzaron a notarse en el agotado físico del alemás que permanentemente debe ser internado en alguna exclusiva clínica especializada en Suiza. Sin embargo, Carolina sigue siendo “Su Alteza Real La Princesa de Hannover”, título que tiene mucho más importancia protocolaria que el de Mónaco y dicen que esa es la razón principal por la que ella jamás firmará el divorcio legal de Ernest, ya que de hacerlo perdería su status real y el dinero que recibe mensualmente. Ese es un título que le otorga una posición muy importante en los protocoles reales. Y esta decisión se volvió más firme aún desde que su hermano, el príncipe Alberto (62), se casó con Charlene (42), en 2001, y aseguró la continuidad de la Casa Real monegasca con el nacimiento de sus mellizos. Para la ley, aunque ya no para su corazón, Carolina seguirá siendo la esposa de Hannover hasta el día en el que él muera y luego formará parte de los herederos legales, más allá de ser la madre de la última hija que el príncipe engendró.

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