Recrear lo que allí sucedió es casi imposible de evitar, quizás por eso, Máxima consternada dejó escapar sus lágrimas en su visita junto a su esposo, Guillermo, el rey de Holanda, con quien el 2 de febrero pasado cumplió 14 años de casada, al Monumento de Buchenwald.
Con rosas blancas en sus manos y abatidos por el recuerdo de que allí se ubicó uno de los tantos campos de concentración nazi, cerca de la localidad de Wimar, la Reina y el Rey depositaron sus flores en el Monumento y se tomaron un minuto de silencio para recordar a todos aquellos que padecieron el genocidio nazi.
Una vez más, Máxima mostró su costado más humano. Una reina con todas las letras.
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